Portada segundo número de la revista

Número 2

Contenido

Correo del lector

Yuldama el joven conquistador

Entrevista profesor Guzmán

Fresno: un centro cultural en el corazón de Colombia

Homenaje a Anibal Henao

Claudia López, de los Andes al Himalaya

Herveo, un embrujo entre montañas

Mirando al pasado

Un cultivo promisorio

Betania, una vereda con historia

Crónica social

Cargueros, arrias y caminos

Región

Herveo, Un embrujo entre montañas

Por: JAIDER MUÑOZ

Don Arnoldo Agudelo López, a sus 81 años y quien desde su juventud laboró para The Dorada Railway (Ropeway Extension Limited), la Sociedad inglesa que instaló y luego administró durante más de 50 años, el Cable Aéreo Manizales  Mariquita, considerado el más largo del mundo a comienzos del siglo XX, todavía recuerda las palabras que Mr. Reed, un ingeniero inglés, pronunciara entre lágrimas la mañana del 2 de julio de 1956, antes de partir para muy lejanas tierras:

  Oh, Arnold, jamás se me borrarán de la mente estos cerros y estas montañas.

El señor Reed se refería al hermoso paisaje de alta montaña que se regala cada día a la mirada del morador permanente o del huésped, cuando se habitan o se visitan las gratas tierras del Municipio de Herveo. Y tenía razones de sobra para anticipar su nostalgia por esta tierra. Unos años antes, en la Isla de Man, cerca de Irlanda, sus familiares no habían dado crédito a sus palabras, cuando él describiera las excelencias de este paisaje. Y menos aún cuando dijo que había nieve en Herveo. Resultaba imposible para los europeos de aquel tiempo, creer en una paradoja tan desmesurada: la existencia de nieve en los trópicos.

Con respecto a su Casco Urbano, Herveo se extiende desde el Páramo de Letras, en el occidente, limitando con Caldas hasta el Corregimiento de Padua en el norte, donde limita con Fresno y está ubicado en el extremo norte del Departamento del Tolima. Su nombre proviene de una antigua tribu indígena, los Herbés, pertenecientes a la Nación Gualí, que habitaron en tiempos remotos las riberas del río que lleva su nombre y el mismo que hoy sirve de límite natural con el vecino Municipio de Casabianca. Su topografía es altamente montañosa, aunque se destacan algunas planicies, que le han valido cierta fama en los viejos textos de geografía, en donde se mencionan La Meseta y el Páramo de Herveo. Participa de la riqueza de todos los pisos térmicos, desde el cálido en el Gualí hasta las nieves perpetuas, que coronan el Nevado del Ruiz. Gran parte de su topografía está contenida en el llamado Bosque de Niebla, una franja bioclimática, que ostenta una abundante vida natural, compuesta por una flora y una fauna nativas. Siendo que uno de los mayores atributos del Bosque de niebla, es la producción de agua, Herveo se destaca como uno de los grandes productores del líquido vital, al hallarse todo su territorio dentro del Área de Influencia del Parque Nacional Natural de los Nevados. Es así como está bañado por cuatro ríos: el Perrillo, el Aguacatal, el Cajones y el Gualí y una gran cantidad de quebradas y arroyuelos.

Al pie de muchos volcanes escribo

Pero es quizás la presencia viva, tangible e inquietante de sus muchos volcanes: el Volcán Nevado del Ruiz, de infausta recordación; el Pirañas, la Olleta, y los dos edificios volcánicos del bello y estremecedor Cerrobravo, cuyas cumbres se han convertido en los vigías imperturbables de nuestros sueños y nuestros actos, por lo que el paso del tiempo ha hecho de mí un adorador y un ser respetuoso de los volcanes. Por ello en uno de los anaqueles de mi biblioteca familiar, están al alcance de la mano varios libros sobre el tema, enfatizando su hechizo y su poder: Al pie de un volcán te escribo, de la mexicana Alma Guillermoprieto; Bajo el volcán, el celebrado texto de Malcolm Lowry; El amante del volcán de Susan Sontag, Los convidados del volcán de

Antonio Saravia y El Mapa preliminar de amenaza volcánica del Volcán Cerrobravo, de María Luisa Monsalve, entre otros. Pero no es sobre los volcanes ni sobre sus efectos devastadores que quiero concentrar el placer de estas líneas. Creo prudente alertar al lector sobre mis excesos de poesía, el atribuirle a la presencia de los volcanes que coronan estas montañas, el poder de encantamiento y de fertilidad artística que conlleva la tierra que menciono y desde la cual escribo y, la misma que para propios y visitantes, se oculta con discreción bajo el ropaje de las seis letras que conforman su nombre.

Un encuentro de muchas culturas

Sobre las tierras que actualmente ocupa el Municipio de Herveo, pesa una gran carga de historia y de leyenda. Desde tiempos remotos, estuvieron habitadas por los Herbés y ellos, junto a muchas otras tribus, conformaban los extensos dominios de Dulima: "la tierra blanca donde habitan los dioses". A estos territorios llegaron hacia 1539 las huestes españolas de Baltasar de Maldonado, con una clara intención de sojuzgar sus habitantes y de cambiarles a la fuerza sus hermosas costumbres y mitos, por las envejecidas y rancias costumbres que ellos traían como herencia de su larga y oscura Edad Media y que amparados en su fanatismo y en sus armas, consideraban de mejor linaje que los aquí existentes. Es quizá por esa lucha desigual entre nativos e invasores, que a todo lo ancho y alto de esta parte de la cordillera, se desarrolló una cultura enteramente ajena a la supremacía de los llanos ardientes, que transcurren a lo largo del anchuroso Yuma o Río Grande de la Magdalena, donde sí arraigó y prosperó la cultura tolimense.

Mucho tiempo después, hacia 1850 y obedeciendo a un segundo ciclo de colonización de esas tierras, empezaron a llegar culturas de diversos orígenes. De un lado y procedentes de las hermosas montañas antioqueñas, profundamente atraídos por la fertilidad de sus vertientes y quizás convocados por las deidades de la tierra, llegaron hasta las cumbres de Herveo, varias decenas de grupos familiares y de aventureros por cuenta propia, que huyendo de las guerras civiles y en procura de un hogar para sus hijos, terminaron convirtiendo sus heroicos esfuerzos en una gesta fundadora de pueblos sobre los riscos de la Cordillera Central. Un poco más tarde y haciendo eco a los mismos llamados, llegaron desde las laboriosas tierras boyacenses, otras varias decenas de patriarcas que con sus mujeres e hijos y costumbres ancestrales, hallaron sustento y hogar sobre las tierras altas, donde a cada momento se percibe la tensión sin tregua de nuestros volcanes y que, amadas y tal vez nombradas por ellos mismos, se conocen como el Páramo de Letras.

Historias de viejos caminos

Los desplazamientos que hemos descrito, se efectuaron por difíciles caminos de herradura, que tuvieron origen en los caminos trazados por los herbés y otras tribus desde tiempos inmemoriales y utilizados por ellos, como rutas de intercambio comercial y cultural. De esos antiguos caminos, hay dos que merecen especial reconocimiento y recordación: el Camino de Aguacatal y el Camino de la Moravia. Y lo merecen, no sólo porque testimonian la existencia de una deliciosa fruta nativa de América y el hermoso nombre de unas tierras distantes, sino porque contribuyeron intensamente a la prosperidad económica y cultural de las regiones que unían a lo largo de su recorrido y porque fueron el escenario natural de las aventuras de múltiples viajeros.

El Camino de Aguacatal, cuyo trazo aún se conserva, se inicia en la ciudad de Manizales, sube hasta el Páramo de Letras, donde cruza entre frailejones, muy cerca de la majestad de los valles glaciales y luego desciende por tierras tolimenses hasta San Sebastián de Mariquita, en el ardor del llano. Todo ello en un recorrido alucinado de unos 80 kilómetros, en los que antes había estaciones de descanso y alta poesía como: La Camelia, Miraflores, Alto Bonito, Yolombal, Frutillo, Soledad, Toldaderos, El Billar, Alto Guarumo, Guarumo y Aguas Claras.

El privilegio de este camino fue otorgado en concesión, por los Estados Soberanos de Antioquia y el Tolima, a los señores Ignacio Villegas Echeverri, Pablo Jaramillo y Gabriel Arango, unos antioqueños amantes de los impuestos y que se los hicieron efectivos a los numerosos viandantes, por un lapso de cinco años, entre 1884 y 1889, cuando el Aguacatal, complementando otros caminos y atravesando tres cordilleras, comunicaba a las muy lejanas Medellín y Bogotá.

En la primera década del siglo XX, James F. Lindsay, un ingeniero civil oriundo de Nueva Zelandia, después de muchos recorridos, exploraciones y mediciones, dio su visto bueno a la Dorada Railway, para la Construcción del Cable Aéreo Manizales   Mariquita, siguiendo el trazo ancestral. Igual cosa hizo, medio siglo más tarde, un grupo de ingenieros mexicanos, que oyendo entra las nuestras sus propias canciones y observando en nuestros volcanes, un espejo de los suyos, construyó el Poliducto de la Empresa Colombiana de Petróleos, el mismo que desde entonces transporta riquezas fabulosas por nuestro territorio.

Don Ernesto Gutiérrez Arango, un manizalita notable, escribió un cuento titulado "Los arrieros", cuyo argumento relata el transporte de la estatua del Sabio Caldas, cargada sobre los lomos de valientes bueyes, por los duros tramos del Camino de Aguacatal, después de sortear una travesía de leyenda, iniciada en el taller de su creador en París y su llegada a Manizales, después de cruzar un océano y dibujar el curso de un río.

El Camino de La Moravia, atraviesa el Municipio de Herveo de occidente a oriente, siguiendo el curso del río Perrillo que se desplaza por el costado oriental, sirviendo de límite natural con el Municipio de Marulanda, Caldas. El camino comunicaba principalmente a la ciudad de Manizales con el puerto de Honda, sobre el río Magdalena, atravesando las laderas de Cerrobravo y los caseríos de Brasil, Mesones y Guarumo. Con el tiempo, llegó a constituirse como una ruta comercial importante al comunicar con mayor prontitud a la ciudad de Manizales con el río Magdalena, hecho que ocasionó la disminución de viajeros por el Camino de Aguacatal.

El Camino de La Moravia fue recorrido por numerosos viajeros, pero quien más escribió sobre él y quien mejor lo describió fue el francés Félix Serret, en sus crónicas de viaje. Igualmente, el médico y escritor Néstor Villegas Duque, en las hermosas páginas de "Estampas Interiores", su biografía novelada, relata el paso de su joven protagonista Jorge Casares por este camino, acompañando a un grupo de arrieros y haciendo su primer viaje desde su Manzanares natal hacia la próspera Manizales.

Guía de viajeros

Por estos caminos, en distintas épocas y por diferentes circunstancias, anduvieron muchos viajeros. Por Herveo cruzó el General Rafael Reyes, viajero infatigable y presidente de Colombia, en sus recorridos de exploración del territorio colombiano, según lo relata el historiador Eduardo Lemaitre. Se sabe también, que ya en el ocaso de su vida y haciendo el viaje para la toma de posesión, el recién elegido presidente Manuel Antonio Sanclemente, atravesó estas latitudes, en un recorrido febril desde la calurosa Buga hasta la Sabana de Bogotá. Fue también un huésped de estas tierras, el coronel Agustín Codazzi, cuando realizaba los recorridos de observación durante su Expedición Corográfica. Hacia 1930 y haciendo eco al libro "Viaje a pie" de Fernando González, tres jóvenes que buscaban exorcizar los fantasmas de la embriaguez, se aventuraron a cruzar las tierras del norte del Tolima, incluidas las nuestras. Se trataba de los hermanos Ramírez Hoyos y de Guillermo Abadía Morales, quien en aquellos años oficiaba de médico recién graduado y que con el paso del tiempo alcanzaría fama y notoriedad como "El Quijote del folklore colombiano". Igualmente, en el libro "Por los países de Colombia", William Ospina refiere un hermoso episodio: "el poeta Porfirio Barba Jacob, siendo soldado en tierras del Tolima, ensaya un brindis, mientras observa conmovido la belleza de las alturas de Herveo".

Los hijos de las alturas

En esta tierra, donde las ricas culturas de Antioquia y Boyacá se han fundido admirablemente y donde un recio anillo de montañas se ofrece cada día como un regalo eterno y siempre joven, han venido al mundo mujeres y hombres cuya tenacidad, intuición e inteligencia, los han hecho grandes representantes del arte y el saber; un arte y un saber que se suman a los producidos por este país maravilloso y múltiple que es Colombia y cuya obra artística, literaria y científica se ha integrado ya al diálogo de nuestro país y el mundo.

El 2 de julio de 1920, en una vereda llamada El Salado, cercana al casco urbano de Herveo, vino al mundo el intérprete Pedro José Quintero Valencia, quien sería conocido años más tarde como Pepe Quintero. Un maravilloso cantante que se destacó en la interpretación de hermosos pasodobles como: "Mi jaca", "Puñal sevillano", "El viento se lo llevó" y "Destinos paralelos" entre otros, que conforman una herencia musical notable, que hoy se haya sepultada por otras músicas, quizás mucho más ricas en sonoridad pero sostenidas en unos textos de pobreza extrema.

Una década más tarde y cuando el mundo afrontaba la Gran Depresión económica, "Entre las nieves y el cielo / Allí vio la luz del día / El gran Oscar Agudelo / El de La cama vacía" según los fidedignos versos de don Luis Ospina Carvajal. Hablo, por supuesto, del gran cantor de nuestras montañas, Luis Oscar Agudelo Márquez, nacido en Herveo, el 26 de septiembre de 1930 y conocido en el mundo artístico como Oscar Agudelo. Este hombre cuyos primeros instrumentos musicales fueron las campanas y el armonio de la Iglesia de San Antonio de Padua, ha sido uno de los más altos exponentes de la música popular colombiana y de la canción sureña, como suelen acotar las notas biográficas que reseñan su quehacer musical. No hay quien no haya dado rienda suelta a la nostalgia y a los amores perdidos y no haya compartido hermosas noches con amigos y copas, sin haber tenido la compañía y la complicidad de "Me besó y se fue", "Quisiera amarte menos", "China hereje" y las demás canciones que han hecho inolvidable a Oscar Agudelo.

El 12 de diciembre de 1953 y mientras Colombia se desangraba en una desastrosa guerra civil, nacía en las montañas hervenses, Jaime de Jesús Valencia Aristizábal, reconocido en el mundo musical y publicitario como Jaime Valencia y, más aún, por el famoso dueto Ana & Jaime, que conformara en compañía de su hermana. Los tremendos hechos del mayo francés, de la noche de Tlatelolco en México, así como los movimientos liberadores de los Hippies y de los nadaístas comandados por Gonzalo Arango, no hubieran tenido su contundente resonancia en nuestro país sin las canciones fuertemente contestatarias de Ana & Jaime, como "Café y petróleo", "Ricardo semillas", "A desalambrar" o "Este viento amor", que se convirtieron en himnos de discrepancia y resistencia.

El 2 de marzo de 1954, en la población de Padua, Corregimiento de Herveo, nació William Ospina Buitrago, "El hombre de Letras", como lo designara alguna vez el poeta Jorge Rojas. Deslumbra y produce una enorme alegría saber que alguien nacido en las montañas del norte del Tolima, haya logrado traducciones notables de los Sonetos de William Shakespeare y de los "Tres Cuentos" de Gustave Flaubert. Y que por la vía de su gran talento literario, haya alcanzado premios y distinciones. No menos significativo es que hijo de las alturas, haya tenido como a uno de sus maestros y guías espirituales, al gran pensador colombiano Estanislao Zuleta y que además haya fatigado los caminos de América y Europa, rastreando obsesivamente nombres tan caros a las letras universales como: Jorge Luis Borges, Alfonso Reyes, Emily Dickinson, Walt Whitman, Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud, Friedrich Hólderlin, Federico Nietzsche, entre otros. Guiado pues, por plumas tan memorables y tras haber bebido en las fuentes de esta maravillosa pléyade, surge el embrujo de su magnífica escritura. Escritura magnífica que se refleja en una veintena de libros publicados, donde sobresalen: Las Auroras de Sangre, Dónde está la Franja Amarilla?, Los Nuevos Centros de la esfera, El País del Viento y Ursúa.

El 2 de julio de 1965, en las cumbres de Herveo y en el hogar de Gilberto Londoño Barco y Georgina Arcila Aguirre, nació Lyda Patricia Londoño Arcila, quien a comienzos de la década del 90 formó parte del grupo de investigadores que comandados por el inmunólogo Manuel Elkin Patarroyo, descubrieron la vacuna contra la Malaria. Lyda Patricia Londoño hizo estudios de Microbiología en la Universidad de los Andes y posteriormente obtuvo un doctorado en Biología molecular en Gran Bretaña. Actualmente trabaja en la ciudad de Boston, la tierra donde antaño Edgar Allan Poe concibiera maravillosos poemas y relatos poblados de cuervos, gatos negros y escarabajos de oro.

Esta tierra hervense, de cuyos méritos sólo he declarado algunos en estas líneas, espera ser conocida y vivida, amada y exaltada por parte de sus hijos presentes y distantes, lo mismo que por las generaciones presentes y futuras. Estas tierras cuyo encanto se llevó en los ojos Mr. Reed, no agota sus encantos en unos pocos nombres cuya mención estremece de orgullo. Como suele suceder con las literaturas cuyas páginas nos siguen hechizando a pesar del tiempo, el embrujo de estas montañas, también es eterno.

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